Los buenos días no hay que desearlos. Hay que hacerlos

Todavía no ha salido el sol. Son las 6 y no puedo dormir.
Me levanto de la cama. Tú sigues ahí. Dormido.
Alucinarías si te vieses con los ojos con los que te estoy mirando mientras duermes.
Que bien te queda el pelo despeinado y el cuerpo desnudo.
Me acerco al final de la cama y está tu jersey. Me lo pongo y huele a ti. Siento que me abraza como hace escasas horas estabas haciendo tú.

Está empezando a salir el sol y tú aún sigues dormido. Estoy escribiendo esto sentada a tu lado en la cama mirándote y tú ni siquiera te estás enterando.

Tienes cara de estar soñando algo bonito (ojala conmigo).

Vas despertando ya. Empiezas a abrir los ojos. Estiras los brazos y me tocas el pelo.

No imaginas cuanto te quiero. Parece que no pasa nada fuera de esta habitación, y a mi no me importa lo que pase si estoy contigo.

Empiezas a despejarte, me sonríes y me dices:
- ¿Qué haces con mi jersey, tienes frío?
- No, contesto pero siento que me abraza mientras tú duermes.
- Te queda bien, aunque sin él mucho mejor.
- Gracias. Imaginaba que me dirías eso.
- ¿Qué vamos a desayunar? me he levantado con un hambre....
- ¿Qué te apetece?

Te acercas y me dices al oído:

- Amor pequeña. El amor recién hecho por las mañanas es el mejor desayuno, así que ve quitándotelo todo y déjate solo las ganas y la sonrisa.

Esto solo acaba de empezar.